Likewise the Spirit also helpeth our infirmities: for we know not what we should pray for as we ought: but the Spirit itself maketh intercession for us with groanings which cannot be uttered.
Irán tropezando como prisioneros    o quedarán tendidos entre los muertos. Pero aun asà no quedará satisfecho el enojo del Señor;    su puño sigue preparado para dar el golpe.
EnvÃo a Asiria contra una nación pagana;    contra un pueblo con el cual estoy enojado. Asiria los saqueará,    y los pisoteará como a polvo debajo de sus pies.
Pero el rey de Asiria no comprenderá que es mi instrumento;    su mente no funciona de esa forma. Su plan solo consiste en destruir;    en aplastar a las naciones, una tras otra.
Dirá:    “Pronto cada uno de mis prÃncipes será un rey.
Hemos destruido a Calno como hicimos antes con Carquemis.    Hamat cayó ante nosotros como antes habÃa caÃdo Arfad,    y destruimos a Samaria como lo hicimos con Damasco.
Ahora bien, ¿puede jactarse el hacha de tener un poder mayor que la persona que la usa?    ¿Es la sierra mayor que la persona que corta? ¿Puede golpear una vara a menos que la mueva una mano?    ¿Puede caminar solo un bastón de madera?
El Señor, la Luz de Israel, será un fuego;    el Santo será una llama. Devorará con fuego los espinos y las zarzas,    y en una sola noche quemará al enemigo por completo.
De ese glorioso bosque, solo sobrevivirán unos cuantos árboles;    tan pocos, que un niño podrá contarlos.
En ese dÃa, el remanente que quedará en Israel,    los sobrevivientes de la casa de Jacob, ya no seguirán confiando en aliados    que buscan destruirlos. En cambio, confiarán fielmente en el Señor,    el Santo de Israel.
Un remanente regresará;    sÃ, el remanente de Jacob regresará al Dios Poderoso.
Pero aunque los hijos de Israel son tan numerosos    como la arena a la orilla del mar, solo un remanente regresará.    El Señor, con razón, ha decidido destruir a su pueblo.
En ese dÃa, el Señor acabará con la servidumbre de su pueblo;    romperá el yugo de la esclavitud    y se lo quitará de los hombros.
Miren, los asirios están ahora en Ajat.    Están atravesando Migrón    y almacenando su equipo en Micmas.
Están cruzando el paso de montaña    y acampando en Geba. El poblado de Ramá queda paralizado de temor    y toda la gente de Guibeá, el pueblo de Saúl,    corre para salvar su vida.
Griten de terror,    gente de Galim. GrÃtenle una advertencia a Lais.    ¡Pobre Anatot!
Allá va la gente de Madmena, todos huyen;    los ciudadanos de Gebim tratan de esconderse.