¡Parece tan trágico que todo el mundo bajo el sol tenga el mismo destino! Por eso la gente no presta más atención en ser buena. En cambio, cada uno elige su propio camino de locura, porque nadie tiene esperanza. Sea como fuere, lo único que hay por delante es la muerte.
Hay esperanza solo para los que están vivos. Como se suele decir: «¡Más vale perro vivo que león muerto!».
Los que están vivos al menos saben que un dÃa van a morir, pero los muertos no saben nada. Ya no reciben más recompensas, y nadie los recuerda.
Lo que hayan hecho en su vida —amar, odiar, envidiar— pasó ya hace mucho. Ya no son parte de nada en este mundo.
Asà que, ¡adelante! Come tus alimentos con alegrÃa y bebe tu vino con un corazón contento, ¡porque Dios lo aprueba!
Vive feliz junto a la mujer que amas, todos los insignificantes dÃas de vida que Dios te haya dado bajo el sol. La esposa que Dios te da es la recompensa por todo tu esfuerzo terrenal.
Todo lo que hagas, hazlo bien, pues cuando vayas a la tumba no habrá trabajo ni proyectos ni conocimiento ni sabidurÃa.
La gente nunca puede predecir cuándo vendrán tiempos difÃciles. Como los peces en la red o los pájaros en la trampa, la gente queda atrapada por tragedias repentinas.
Hay otro aspecto de la sabidurÃa que me quedó grabado al observar cómo funciona el mundo.
Un hombre pobre pero sabio sabÃa cómo salvar la ciudad, y asà la ciudad fue rescatada. Sin embargo, pasado el incidente, a nadie se le ocurrió darle las gracias.