Demasiada actividad trae pesadillas; demasiadas palabras te hacen necio.
Cuando le hagas una promesa a Dios, no tardes en cumplirla, porque a Dios no le agradan los necios. Cumple todas las promesas que le hagas.
Es mejor no decir nada que hacer promesas y no cumplirlas.
No dejes que tu boca te haga pecar, y no te defiendas ante el mensajero del templo al decir que la promesa que hiciste fue un error. Esa actitud enojarÃa a Dios y quizá destruya todo lo que has logrado.
Hablar no cuesta nada, es como soñar despierto y tantas otras actividades inútiles. Tú, en cambio, teme a Dios.
La gente trabajadora siempre duerme bien, coma mucho o coma poco; pero los ricos rara vez tienen una buena noche de descanso.
He notado otro gran problema bajo el sol: acaparar riquezas perjudica al que ahorra.
Se invierte dinero en negocios arriesgados que fracasan, y entonces todo se pierde. A fin de cuentas, no queda nada para dejarles a los hijos.
Todos llegamos al final de nuestra vida tal como estábamos el dÃa que nacimos: desnudos y con las manos vacÃas. No podemos llevarnos las riquezas al morir.
Esto es otro problema muy serio: las personas no se van de este mundo mejor de lo que llegaron. Todo su esfuerzo es en vano, como si trabajaran para el viento.
Viven toda su vida bajo una carga pesada: con enojo, frustración y desánimo.
Aun asÃ, he notado al menos una cosa positiva. Es bueno que la gente coma, beba y disfrute del trabajo que hace bajo el sol durante el corto tiempo de vida que Dios le concedió, y que acepte su destino.