«DedÃcame a todos los primeros hijos varones del pueblo de Israel. Todo primer nacido, tanto de los seres humanos como de los animales, me pertenece».
Este preciso dÃa, a comienzos de la primavera, en el mes de abib, ustedes fueron liberados.
Una vez que el Señor los haga entrar en la tierra de los cananeos, los hititas, los amorreos, los heveos y los jebuseos, deberán celebrar este suceso cada año, en este mes. (Él les juró a sus antepasados que les darÃa esa tierra, una tierra donde fluyen la leche y la miel).
En esos siete dÃas, coman pan sin levadura. De hecho, durante ese perÃodo, no debe haber pan con levadura ni ningún rastro de levadura dentro de su territorio.
Este festival anual será para ustedes una señal visible, como una marca grabada en la mano o en la frente, que les recuerde recitar siempre esta enseñanza del Señor: “Con mano fuerte, el Señor los rescató de Egiptoâ€.
Por lo tanto, cumplan el decreto de este festival cada año, en la fecha señalada.
Para recuperar la primera crÃa de un burro, podrán pagar rescate al Señor entregando como sustituto un cordero o un cabrito; pero si no pagan rescate para recuperarlo, tendrán que quebrarle el cuello al animal. Sin embargo, tienen la obligación de pagar rescate por todo primer hijo varón.
Esta ceremonia servirá como una marca grabada en la mano o en la frente. Es un recordatorio de que el Señor nos sacó de Egipto con la fuerza de su mano poderosa».
Cuando por fin el faraón dejó salir a los israelitas, Dios no los guió por el camino principal que atraviesa el territorio filisteo, aunque esa era la ruta más corta a la Tierra Prometida. Dios dijo: «Si los israelitas llegaran a enfrentar una batalla, podrÃan cambiar de parecer y regresar a Egipto».
Entonces los israelitas salieron de Sucot y acamparon en Etam, al lÃmite del desierto.
El Señor iba delante de ellos, y los guiaba durante el dÃa mediante una columna de nube y les daba luz durante la noche con una columna de fuego. Esto les permitÃa viajar de dÃa y de noche.
El Señor nunca quitó de su lugar, delante de ellos, la columna de nube ni la columna de fuego.