Confúndelos, Señor, y frustra sus planes,    porque veo violencia y conflicto en la ciudad.
DÃa y noche patrullan sus murallas para cuidarla de invasores, Â Â Â pero el verdadero peligro es la maldad que hay dentro de la ciudad.
Todo se viene abajo;    las amenazas y el engaño abundan por las calles.
No es un enemigo el que me hostiga, Â Â Â eso podrÃa soportarlo. No son mis adversarios los que me insultan con tanta arrogancia, Â Â Â de ellos habrÃa podido esconderme.
En cambio, eres tú, mi par,    mi compañero y amigo Ãntimo.
¡Cuánto compañerismo disfrutábamos    cuando caminábamos juntos hacia la casa de Dios!
Que la muerte aceche a mis enemigos; Â Â Â que la tumba se los trague vivos, Â Â Â porque la maldad habita en ellos.
Mañana, tarde y noche    clamo en medio de mi angustia,    y el Señor oye mi voz.
Él me rescata y me mantiene a salvo    de la batalla que se libra en mi contra,    aunque muchos todavÃa se me oponen.
Dios, quien siempre ha gobernado,    me oirá y los humillará.Interludio Pues mis enemigos se niegan a cambiar de rumbo;    no tienen temor de Dios.
Sus palabras son tan suaves como la mantequilla,    pero en su corazón hay guerra. Sus palabras son tan relajantes como una loción,    ¡pero por debajo son dagas!
Pero tú, oh Dios, mandarás a los perversos    a la fosa de destrucción; los asesinos y los mentirosos morirán jóvenes,    pero yo confÃo en que tú me salves.