Ten misericordia de mí, oh Dios, debido a tu amor inagotable; a causa de tu gran compasión, borra la mancha de mis pecados.
Lávame de la culpa hasta que quede limpio y purifícame de mis pecados.
Pues reconozco mis rebeliones; día y noche me persiguen.
Contra ti y sólo contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus ojos. Quedará demostrado que tienes razón en lo que dices y que tu juicio contra mí es justo.
Pues soy pecador de nacimiento, así es, desde el momento en que me concibió mi madre.
Pero tú deseas honradez desde el vientre y aun allí me enseñas sabiduría.
Purifícame de mis pecados, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Devuélveme la alegría; deja que me goce ahora que me has quebrantado.
No sigas mirando mis pecados; quita la mancha de mi culpa.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí.
No me expulses de tu presencia y no me quites tu Espíritu Santo.
Restaura en mí la alegría de tu salvación y haz que esté dispuesto a obedecerte.
Entonces enseñaré a los rebeldes tus caminos, y ellos se volverán a ti.
Perdóname por derramar sangre, oh Dios que salva; entonces con alegría cantaré de tu perdón.
Desata mis labios, oh Señor, para que mi boca pueda alabarte.
Tú no deseas sacrificios; de lo contrario, te ofrecería uno. Tampoco quieres una ofrenda quemada.
El sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado; tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios.
Mira a Sión con tu favor y ayúdala; reconstruye las murallas de Jerusalén.
Entonces te agradarán los sacrificios ofrecidos con un espíritu correcto; con ofrendas quemadas y ofrendas quemadas enteras. Entonces volverán a sacrificarse toros sobre tu altar.