Eres el más apuesto de todos;    de tus labios se desprenden palabras amables.    Dios mismo te ha bendecido para siempre.
¡Ponte la espada, oh poderoso guerrero!    ¡Eres tan glorioso, tan majestuoso!
Cabalga con majestad hacia la victoria    y defiende la verdad, la humildad y la justicia.    ¡Avanza para realizar obras imponentes!
Tus flechas son afiladas; traspasan el corazón de tus enemigos,    y las naciones caen a tus pies.
Tu trono, oh Dios, permanece por siempre y para siempre;    tú gobiernas con un cetro de justicia.
Amas la justicia y odias la maldad.    Por eso Dios —tu Dios— te ha ungido    derramando el aceite de alegrÃa sobre ti más que sobre cualquier otro.
Mirra, áloe y casia perfuman tu manto;    en palacios de marfil, la música de cuerdas te entretiene.
Hijas de reyes hay entre las mujeres de tu corte;    a tu derecha está la reina,    ¡lleva joyas del oro más fino de Ofir!
Escúchame, oh hija de la realeza; toma en serio lo que te digo:    olvÃdate de tu pueblo y de tu familia, que están lejos.