Lo único que le pido al Señor    —lo que más anhelo— es vivir en la casa del Señor todos los dÃas de mi vida,    deleitándome en la perfección del Señor    y meditando dentro de su templo.
Escúchame cuando oro, oh Señor;    ¡ten misericordia y respóndeme!
Mi corazón te ha oÃdo decir: «Ven y conversa conmigo».    Y mi corazón responde: «Aquà vengo, Señor».
No me des la espalda;    no rechaces a tu siervo con enojo.    Tú siempre has sido mi ayudador. No me dejes ahora; no me abandones,    ¡oh Dios de mi salvación!
Aunque mi padre y mi madre me abandonen,    el Señor me mantendrá cerca.