Oh Señor, oye mi ruego pidiendo justicia; escucha mi grito de auxilio. Presta oído a mi oración, porque proviene de labios sinceros.
Declárame inocente, porque tú ves a los que hacen lo correcto.
Pusiste a prueba mis pensamientos y examinaste mi corazón durante la noche; me has escudriñado y no encontraste ningún mal. Estoy decidido a no pecar con mis palabras.
He seguido tus mandatos, los cuales me impidieron ir tras la gente cruel y perversa.
Mis pasos permanecieron en tu camino; no he vacilado en seguirte.
Oh Dios, a ti dirijo mi oración porque sé que me responderás; inclínate y escucha cuando oro.
Muéstrame tu amor inagotable de maravillosas maneras. Con tu gran poder rescatas a los que buscan refugiarse de sus enemigos.
Cuídame como cuidarías tus propios ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas.
Protégeme de los perversos que me atacan, del enemigo mortal que me rodea.
No tienen compasión; ¡escucha cómo se jactan!
Me rastrean y me rodean, a la espera de cualquier oportunidad para tirarme al suelo.
Son como leones hambrientos, deseosos por despedazarme; como leones jóvenes, escondidos en emboscada.
¡Levántate, oh Señor! ¡Enfréntalos y haz que caigan de rodillas! ¡Con tu espada rescátame de los perversos!
Con el poder de tu mano, oh Señor, destruye a los que buscan su recompensa en este mundo; pero sacia el hambre de los que son tu tesoro. Que sus hijos tengan abundancia y dejen herencia a sus descendientes.
Porque soy recto, te veré; cuando despierte, te veré cara a cara y quedaré satisfecho.