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Oh Dios, a quien alabo,
no te quedes distante y callado
mientras los perversos me calumnian
y dicen mentiras acerca de mí.
Me rodean con palabras de odio
y sin razón pelean contra mí.
Yo los amo, pero ellos tratan de destruirme con acusaciones,
¡incluso mientras oro por ellos!
Me devuelven mal por bien
y odio a cambio de mi amor.
Dicen: «Consigan a un malvado para que se ponga en su contra;
envíen a un acusador para que lo lleve a juicio.
Cuando llegue el momento de juzgar su caso,
que lo declaren culpable.
Tomen como pecados sus oraciones.
Que sean pocos sus años;
que otro tome su lugar.
Que sus hijos queden huérfanos de padre,
y su esposa quede viuda.
Que sus hijos vaguen como mendigos
y que los echen de sus hogares destruidos.
Que los acreedores se apoderen de toda su propiedad,
y que los extraños se lleven todo lo que ha ganado.
Que nadie sea amable con él;
que ninguno tenga piedad de sus hijos sin padre.
Que toda su descendencia muera;
que el nombre de su familia quede borrado en una sola generación.
Que el Señor jamás olvide los pecados de su padre;
que los pecados de su madre nunca se borren de los registros.
Que el Señor siempre recuerde estos pecados,
y que su nombre desaparezca de la memoria humana.
Pues rehusó mostrar bondad a los demás;
persiguió al pobre y al necesitado,
y acosó hasta la muerte a los de corazón quebrantado.
Le encantaba maldecir a otros;
ahora, maldícelo tú a él.
Jamás bendijo a nadie;
ahora, no lo bendigas a él.
Maldecir le resulta tan natural como la ropa que usa,
o el agua que bebe
o los alimentos deliciosos que come.
Ahora, que sus maldiciones se vuelvan en su contra y se le peguen como la ropa;
que le aprieten como un cinturón».
Que esas maldiciones sean el castigo del Señor
para los acusadores que hablan mal de mí.
Pero a mí trátame bien, Señor Soberano,
¡por el honor de tu propia fama!
Rescátame
porque eres tan fiel y tan bueno.
Pues soy pobre y estoy necesitado,
y mi corazón está lleno de dolor.
Me desvanezco como una sombra al anochecer;
me quitan de encima como una langosta.
Mis rodillas están débiles de tanto ayunar
y estoy reducido a piel y huesos.
Soy objeto de burla para la gente;
cuando me ven, menean la cabeza en señal de desprecio.
¡Ayúdame, Señor mi Dios!
Sálvame a causa de tu amor inagotable.
Haz que vean que esto proviene de ti,
que tú mismo lo has hecho, Señor.
Entonces que me maldigan si quieren,
¡pero tú me bendecirás!
Cuando me ataquen, ¡serán deshonrados!
¡Pero yo, tu siervo, seguiré alegrándome!
Que mis acusadores se vistan de vergüenza;
que la humillación los cubra como un manto.
Pero yo daré gracias al Señor una y otra vez,
lo alabaré ante todo el mundo.
Pues él está junto al necesitado,
listo para salvarlo de quienes lo condenan.
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