«Escúchenme, ustedes hombres sabios; presten atención, ustedes que tienen conocimiento.
Job dijo: “El oído pone a prueba las palabras que oye igual que la boca distingue los sabores”.
Así que, juzguemos por nosotros mismos lo que es correcto; aprendamos juntos lo que es bueno.
Pues Job también dijo: “Yo soy inocente, pero Dios ha quitado mis derechos.
Soy inocente, pero me llaman mentiroso; mi sufrimiento es incurable, aunque yo no haya pecado”.
»Díganme, ¿hubo una vez un hombre como Job, con sed de conversaciones irreverentes?
Él escoge como compañeros a hombres malvados; pasa su tiempo con hombres perversos.
Ha llegado a decir: “¿Por qué malgastar el tiempo intentando agradar a Dios?”.
»Escúchenme, ustedes que tienen entendimiento. ¡Todo el mundo sabe que Dios no peca! El Todopoderoso no puede hacer nada malo.
Él paga a las personas según lo que hayan hecho; las trata como se merecen.
En verdad, Dios no hará el mal; el Todopoderoso no torcerá la justicia.
¿Algún otro puso la tierra al cuidado de Dios? ¿Quién colocó al mundo en su sitio?
Si Dios retirara su espíritu y quitara su aliento,
todos los seres vivientes dejarían de existir y la humanidad volvería al polvo.
»Ahora escúchame, si eres sabio; presta atención a lo que digo.
¿Podría Dios gobernar si odiara la justicia? ¿Condenarás al juez todopoderoso?
Pues él dice a los reyes: “Ustedes son malvados”, y a los nobles: “Ustedes son injustos”.
A él no le importa la grandeza que pueda tener una persona y no presta más atención al rico que al pobre, él creó a todos.
En un instante mueren; fallecen en la mitad de la noche; los poderosos se van sin la intervención de mano humana.
»Pues Dios observa cómo vive la gente; ve todo lo que ellos hacen.
No hay oscuridad tan densa que pueda esconder a los malos de sus ojos.
No decidimos nosotros el momento de presentarnos ante Dios para ser juzgados.
Él lleva a los poderosos a la ruina sin consultar a nadie, y pone a otros en su lugar.
Él sabe lo que hacen, y por la noche los vence y los destruye.
Los derriba porque son malvados, lo hace abiertamente para que todos lo vean.
Pues se apartaron y dejaron de seguirlo; no respetan ninguno de sus caminos.
Hacen que los pobres clamen, y esto atrae la atención de Dios; él oye los clamores de los necesitados.
Sin embargo, si él opta por quedarse callado, ¿quién puede criticarlo? Cuando esconde su rostro, nadie puede encontrarlo, ya sea un individuo o una nación.
Él no deja que los incrédulos gobiernen, para que no sean una trampa para la gente.
»¿Por qué la gente no le dice a Dios: “He pecado pero no volveré a pecar”?
O bien: “No sé qué mal hice, dímelo; si he actuado mal, me detendré de inmediato”.
»¿Debe Dios adaptar su justicia a tus exigencias a pesar de que lo hayas rechazado? La elección es tuya, no mía. Adelante, haznos partícipes de tu sabiduría.
Después de todo, las personas inteligentes me dirán y la gente sabia me oirá decir:
“Job habla por ignorancia; sus palabras carecen de percepción”.
Job, te mereces la pena máxima por tu manera malvada de responder.
Pues a tu pecado has añadido rebelión; no muestras ningún respeto y dices muchas palabras de enojo contra Dios».