Paul, an apostle of Jesus Christ by the will of God, and Timothy our brother, unto the church of God which is at Corinth, with all the saints which are in all Achaia:
El 31 de octubre el pueblo volvió a reunirse en asamblea. Esta vez ayunaron, se vistieron de tela áspera y se echaron polvo sobre la cabeza.
Los de ascendencia israelita se separaron de todos los extranjeros para confesar sus propios pecados y los pecados de sus antepasados.
Permanecieron de pie en el mismo lugar durante tres horas mientras se les leÃa en voz alta el libro de la ley del Señor su Dios. Luego confesaron sus pecados y adoraron al Señor su Dios durante tres horas más.
Los levitas —Jesúa, Bani, Cadmiel, SebanÃas, Buni, SerebÃas, Bani y Quenan× estuvieron de pie en la escalera de los levitas y clamaron al Señor su Dios en voz alta.
»Solo tú eres el Señor. Tú hiciste el firmamento, los cielos y todas las estrellas; hiciste la tierra, los mares y todo lo que hay en ellos. Tú los preservas a todos, y los ángeles del cielo te adoran.
»Eres el Señor Dios, quien eligió a Abram y lo sacó de Ur de los caldeos y le dio un nuevo nombre, Abraham.
»Tú viste la miseria de nuestros antepasados en Egipto y escuchaste sus lamentos cuando estaban junto al mar Rojo.
Realizaste señales milagrosas y maravillas contra el faraón, sus funcionarios y su pueblo, porque tú sabÃas con cuánta arrogancia trataban a nuestros antepasados. Tú tienes una gloriosa reputación que jamás ha sido olvidada.
¡Dividiste el mar para que tu pueblo pudiera cruzarlo por tierra seca! Luego arrojaste a sus perseguidores a las profundidades del mar. Se hundieron como piedras en aguas turbulentas.
Guiaste a nuestros antepasados mediante una columna de nube durante el dÃa y una columna de fuego durante la noche para que pudieran encontrar el camino.
»Bajaste al monte Sinaà y les hablaste desde el cielo. Les diste ordenanzas e instrucciones justas, y decretos y mandatos buenos.
»Les diste pan del cielo cuando tenÃan hambre y agua de la roca cuando tenÃan sed. Les ordenaste que fueran y tomaran posesión de la tierra que habÃas jurado darles.
»Sin embargo, nuestros antepasados fueron arrogantes y tercos, y no prestaron ninguna atención a tus mandatos.
Se negaron a obedecerte y no se acordaron de los milagros que habÃas hecho a favor de ellos. En cambio, se pusieron tercos y nombraron a un lÃder para que los llevara de regreso a su esclavitud en Egipto; pero tú eres Dios de perdón, bondadoso y misericordioso, lento para enojarte y rico en amor inagotable. No los abandonaste,
ni siquiera cuando se hicieron un Ãdolo en forma de becerro y dijeron: “¡Este es tu dios que te sacó de Egipto!â€. Cometieron terribles blasfemias.
»En tu gran misericordia no los abandonaste para que murieran en el desierto. La columna de nube todavÃa los guiaba de dÃa, y la columna de fuego les mostraba el camino durante la noche.
Enviaste tu buen EspÃritu para que les enseñara, y no dejaste de alimentarlos con maná del cielo ni de darles agua para su sed.
Durante cuarenta años los sustentaste en el desierto, y nada les faltó. ¡No se les desgastó la ropa, ni se les hincharon los pies!
»Luego ayudaste a nuestros antepasados a conquistar reinos y naciones, y colocaste a tu pueblo en todos los rincones de la tierra. Se apoderaron de la tierra del rey Sehón de Hesbón, y de la tierra del rey Og de Basán.
Hiciste que sus descendientes fueran tan numerosos como las estrellas del cielo y los llevaste a la tierra que habÃas prometido a sus antepasados.
»Entraron y tomaron posesión de la tierra. Tú sometiste naciones enteras delante de ellos. ¡Hasta los cananeos, que habitaban esa tierra, se sintieron impotentes! Tu pueblo pudo hacer lo que quiso con esas naciones y con sus reyes.
»Sin embargo, a pesar de todo esto, fueron desobedientes y se rebelaron contra ti. Dieron la espalda a tu ley, mataron a tus profetas, quienes les advertÃan que volvieran a ti, y cometieron terribles blasfemias.
Asà que los entregaste en manos de sus enemigos, quienes los hicieron sufrir; pero en sus momentos de angustia clamaron a ti, y desde el cielo los escuchaste. En tu gran misericordia, les enviaste libertadores que los rescataron de sus enemigos.
»No obstante, apenas tenÃan paz, volvÃan a cometer maldades ante tus ojos, y una vez más permitiste que sus enemigos los conquistaran. Sin embargo, cada vez que tu pueblo volvÃa y nuevamente clamaba a ti por ayuda, desde el cielo tú lo escuchabas una vez más. En tu maravillosa misericordia, los rescataste muchas veces.
»Les advertÃas que regresaran a tu ley, pero ellos se volvieron orgullosos y obstinados, y desobedecieron tus mandatos. No siguieron tus ordenanzas que dan vida a quienes las obedecen. Tercamente te dieron la espalda y se negaron a escuchar.
En tu amor fuiste paciente con ellos durante muchos años. Enviaste tu EspÃritu, quien les advertÃa por medio de los profetas. ¡Pero aun asà no quisieron escuchar! Entonces nuevamente permitiste que los pueblos de la tierra los conquistaran;
»Ahora, Dios nuestro —Dios grande, poderoso y temible que cumple su pacto de amor inagotable—, no permitas que todas las privaciones que hemos sufrido te parezcan insignificantes. Grandes dificultades cayeron sobre nosotros, nuestros reyes, nuestros lÃderes, nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros antepasados —todo tu pueblo—, desde los dÃas cuando los reyes de Asiria por primera vez nos vencieron hasta el dÃa de hoy.
Cada vez que nos castigaste actuaste con justicia. Hemos pecado grandemente, y nos diste solo lo que merecÃamos.
Nuestros reyes, lÃderes, sacerdotes y antepasados no obedecieron tu ley ni prestaron atención a las advertencias de tus mandatos y leyes.
»Por eso, ¡hoy somos esclavos en esta tierra de abundancia que diste a nuestros antepasados para que la disfrutaran! Somos esclavos aquà en esta buena tierra.
Los abundantes productos agrÃcolas de esta tierra se amontonan en las manos de los reyes que has puesto sobre nosotros por causa de nuestros pecados. Ellos ejercen su poder sobre nosotros y nuestros animales. Les servimos según su antojo, y pasamos por mucho sufrimiento».
Entonces el pueblo respondió: «En vista de todo esto, hacemos una promesa solemne y la ponemos por escrito. En este documento sellado están los nombres de nuestros lÃderes, levitas y sacerdotes».