Zorobabel, Jesúa y los otros lÃderes de Israel respondieron:—De ninguna manera pueden tomar parte en esta obra. Nosotros solos construiremos el templo para el Señor, Dios de Israel, tal como nos ordenó Ciro, rey de Persia.
Entonces los habitantes del lugar intentaron desalentar e intimidar al pueblo de Judá para impedirle que siguiera trabajando.
Sobornaron a algunos funcionarios para que actuaran en contra de ellos y frustraran sus planes. Esta situación continuó durante todo el reinado de Ciro, rey de Persia, y duró hasta que DarÃo subió al trono de Persia.
Saludaban al rey en nombre de todos sus colegas: los jueces y los dirigentes locales, el pueblo de Tarpel, los persas, los babilonios y los de Erec y Susa (es decir, Elam).
»Ya que nosotros somos leales súbditos de usted y no queremos que se deshonre al rey de esa manera, hemos enviado esta información a su majestad.
Sugerimos que se investigue en los registros de sus antepasados, en los que descubrirá lo rebelde que fue esa ciudad en la antigüedad. De hecho, fue destruida a causa de su larga y conflictiva historia de rebelión contra los reyes y las naciones que la controlaban.
Advertimos al rey que, si esa ciudad se reconstruye y sus murallas se completan, su majestad perderá la provincia situada al occidente del rÃo Éufrates».
Entonces el rey Artajerjes envió la siguiente respuesta:«Al gobernador Rehum, a Simsai, secretario de la corte, y a sus colegas de Samaria y de toda la provincia situada al occidente del rÃo Éufrates: saludos.
»La carta que me enviaron fue traducida y leÃda en mi presencia.