A pesar de que tenÃan miedo de los lugareños, reconstruyeron el altar en su sitio original. Luego, cada mañana y cada tarde, comenzaron a sacrificar ofrendas quemadas al Señor sobre el altar.
Celebraron el Festival de las Enramadas como está establecido en la ley y sacrificaron la cantidad especÃfica de ofrendas quemadas para cada dÃa del festival.
Quince dÃas antes de que comenzara el Festival de las Enramadas, los sacerdotes empezaron a sacrificar ofrendas quemadas al Señor. Esto ocurrió aun antes de que comenzaran a echar los cimientos del templo del Señor.
Jesúa, sus hijos y parientes, junto con Cadmiel y sus hijos, todos descendientes de HodavÃas, supervisaron a los que trabajaban en el templo de Dios. Para esta tarea contaron con la colaboración de los levitas de la familia de Henadad.
Cuando los constructores terminaron los cimientos del templo del Señor, los sacerdotes se pusieron sus mantos y tomaron su lugar para tocar sus trompetas. Luego los levitas descendientes de Asaf hicieron sonar sus cÃmbalos para alabar al Señor, tal como lo habÃa establecido el rey David.
Con alabanza y agradecimiento entonaron el siguiente canto al Señor: «¡Él es tan bueno!    ¡Su fiel amor por Israel permanece para siempre!».Luego todo el pueblo dio un fuerte grito, alabando al Señor, porque se habÃan echado los cimientos del templo del Señor.
Sin embargo, muchos de los sacerdotes, levitas y otros lÃderes de edad avanzada que habÃan visto el primer templo lloraron en voz alta al ver los cimientos del nuevo templo. Los demás, en cambio, gritaban de alegrÃa.
Los gritos de alegrÃa se mezclaron con el llanto y produjeron un clamor que podÃa oÃrse a gran distancia.