Nombró jueces en las ciudades fortificadas por toda la nación
y les dijo: «Piensen siempre con cuidado antes de pronunciar juicio. Recuerden que no juzgan para agradar a la gente sino para agradar al Señor. Él estará con ustedes cuando entreguen el veredicto para cada caso.
Teman al Señor y juzguen con integridad, porque el Señor nuestro Dios no tolera que se tuerza la justicia ni que se muestre parcialidad ni que se acepte el soborno».
Estas fueron las instrucciones que les dio: «Ustedes deben actuar siempre con el temor del Señor, con fidelidad y con un corazón Ãntegro.
Cada vez que les llegue un caso de sus compatriotas que viven en ciudades distantes —ya sea de asesinato o de alguna otra violación de las leyes, los mandatos, los decretos y las ordenanzas de Dios— deben advertirles que no pequen contra el Señor, para que no se enoje con ustedes ni con ellos. Procedan asà y no serán culpables.