Una vez instalado en su palacio, David mandó llamar al profeta Natán.—Mira —le dijo David—, yo vivo en un hermoso palacio de cedro, ¡mientras que el arca del pacto del Señor está allá afuera debajo de una carpa!
Natán le respondió a David:—Haz todo lo que tienes pensado porque Dios está contigo.
Pero esa misma noche Dios le dijo a Natán:
«Ve y dile a mi siervo David: “Esto ha declarado el Señor: no serás tú el que construya una casa en la que yo viva.
Y ahora, oh Dios, sumado a todo lo demás, ¡hablas de darle a tu siervo una dinastÃa duradera! Hablas como si yo fuera una persona muy importante, oh Señor Dios.
Pues tú eres Dios, oh Señor, y le has prometido estas cosas buenas a tu siervo.
Ahora te ha complacido bendecir la casa de tu siervo para que permanezca para siempre delante de ti. ¡Pues cuando tú concedes una bendición, oh Señor, es una bendición eterna!».