Eliseo le respondió:—¡Escucha el mensaje del Señor! Esto dice el Señor: “Mañana, a esta hora, en los mercados de Samaria, tres kilos de harina selecta costarán apenas una pieza de plata y seis kilos de grano de cebada costarán apenas una pieza de plataâ€.
El funcionario que atendÃa al rey le dijo al hombre de Dios:—¡Eso serÃa imposible aunque el Señor abriera las ventanas del cielo!Pero Eliseo le respondió:—¡Lo verás con tus propios ojos, pero no podrás comer nada de eso!
Asà que se llenaron de pánico y huyeron en la oscuridad de la noche; abandonaron sus carpas, sus caballos, sus burros y todo lo demás, y corrieron para salvar la vida.
Cuando los leprosos llegaron al lÃmite del campamento, fueron de carpa en carpa, comieron y bebieron vino, sacaron plata, oro y ropa, y escondieron todo.
Asà que regresaron a la ciudad e informaron a los porteros lo que habÃa sucedido. «Salimos al campamento arameo —dijeron—, ¡y allà no habÃa nadie! Los caballos y los burros estaban atados, y todas las carpas estaban en orden, ¡pero no habÃa ni una sola persona!».
Entonces los porteros gritaron la noticia a la gente del palacio.
Entonces uno de sus oficiales le dijo:—DeberÃamos mandar espÃas a investigar. Que se lleven cinco de los caballos que quedan. Si les pasa algo, no será peor que si se quedan aquà y mueren con todos nosotros.
Los espÃas recorrieron todo el camino hasta el rÃo Jordán siguiendo un rastro de prendas y objetos tirados por los arameos cuando huyeron desesperadamente. Luego regresaron y le informaron al rey.
Entonces la gente de Samaria salió corriendo y saqueó el campamento de los arameos. Asà se cumplió ese dÃa, tal como el Señor habÃa prometido, que se venderÃan tres kilos de harina selecta por una pieza de plata y seis kilos de grano de cebada por una pieza de plata.
El rey asignó al funcionario que lo atendÃa para que controlara a las multitudes en la puerta, pero cuando salieron corriendo, lo atropellaron y lo pisotearon y asà el hombre murió.Asà que todo sucedió exactamente como el hombre de Dios lo habÃa predicho cuando el rey fue a verlo a su casa.
El hombre de Dios le habÃa dicho al rey: «Mañana, a esta hora, en los mercados de Samaria, tres kilos de harina selecta costarán una pieza de plata y seis kilos de grano de cebada costarán una pieza de plata».
El funcionario del rey habÃa respondido: «¡Eso serÃa imposible aunque el Señor abriera las ventanas del cielo!». Y el hombre de Dios habÃa dicho: «¡Lo verás con tus propios ojos, pero no podrás comer nada de eso!».
Y asà fue, las multitudes lo aplastaron y murió a la entrada de la ciudad.