En ese tiempo, los saqueadores arameos habÃan invadido la tierra de Israel, y entre sus cautivos se encontraba una muchacha a quien habÃan entregado a la esposa de Naamán como criada.
La carta para el rey de Israel decÃa: «Mediante esta carta presento a mi siervo Naamán. Quiero que lo sanes de su lepra».
Cuando el rey de Israel leyó la carta, horrorizado, rasgó sus vestiduras y dijo: «¡Este hombre me manda a un leproso para que lo sane! ¿Acaso soy Dios para dar vida y quitarla? Creo que solo busca pelear conmigo».
Entonces Naamán fue con sus caballos y carros de guerra y esperó frente a la puerta de la casa de Eliseo;
pero Eliseo le mandó a decir mediante un mensajero: «Ve y lávate siete veces en el rÃo Jordán. Entonces tu piel quedará restaurada, y te sanarás de la lepra».
Sus oficiales trataron de hacerle entrar en razón y le dijeron: «Señor, si el profeta le hubiera pedido que hiciera algo muy difÃcil, ¿usted no lo habrÃa hecho? Asà que en verdad deberÃa obedecerlo cuando sencillamente le dice: “¡Ve, lávate y te curarás!â€Â».
Entonces Naamán bajó al rÃo Jordán y se sumergió siete veces, tal como el hombre de Dios le habÃa indicado. ¡Y su piel quedó tan sana como la de un niño, y se curó!
Cuando llegaron a la ciudadela, Giezi tomó los regalos de mano de los sirvientes y despidió a los hombres. Luego entró en su casa y escondió los regalos.
Pero Eliseo le preguntó:—¿No te das cuenta de que yo estaba allà en espÃritu cuando Naamán bajó de su carro de guerra para ir a tu encuentro? ¿Acaso es momento de recibir dinero y ropa, olivares y viñedos, ovejas y ganado, sirvientes y sirvientas?
Por haber hecho esto, tú y todos tus descendientes sufrirán la lepra de Naamán para siempre.Cuando Giezi salió de la habitación, estaba cubierto de lepra; su piel se puso blanca como la nieve.