Salomón hizo una alianza con el faraón, rey de Egipto, y se casó con una de sus hijas. Se la llevó a vivir a la Ciudad de David mientras terminaba de construir su palacio, el templo del Señor y la muralla que rodeaba la ciudad.
En ese tiempo, el pueblo de Israel sacrificaba sus ofrendas en los lugares de culto de la región, porque todavÃa no se habÃa construido un templo en honor al nombre del Señor.
Salomón contestó:—Tú mostraste fiel amor hacia tu siervo David, mi padre, un hombre transparente y leal, quien te fue fiel. Hoy sigues mostrándole tu fiel amor al darle un hijo que se siente en su trono.
»Ahora pues, Señor mi Dios, tú me has hecho rey en lugar de mi padre, David, pero soy como un niño pequeño que no sabe por dónde ir.
Sin embargo, aquà estoy en medio de tu pueblo escogido, ¡una nación tan grande y numerosa que no se puede contar!
Al Señor le agradó que Salomón pidiera sabidurÃa.
Asà que le respondió:—Como pediste sabidurÃa para gobernar a mi pueblo con justicia y no has pedido una larga vida, ni riqueza, ni la muerte de tus enemigos,
Luego ella se levantó a la medianoche y sacó a mi hijo de mi lado mientras yo dormÃa; puso a su hijo muerto en mis brazos y se llevó al mÃo a dormir con ella.
Entonces la otra mujer interrumpió:—Claro que era tu hijo, y el niño que está vivo es el mÃo.—¡No! —dijo la mujer que habló primero—, el niño que está vivo es el mÃo y el que está muerto es el tuyo.Asà discutÃan sin parar delante del rey.
Entonces el rey dijo: «Aclaremos los hechos. Las dos afirman que el niño que está vivo es suyo, y cada una dice que el que está muerto pertenece a la otra.
Muy bien, tráiganme una espada». Asà que le trajeron una espada.
Luego dijo: «¡Partan al niño que está vivo en dos, y denle la mitad del niño a una y la otra mitad a la otra!».
Entonces la verdadera madre del niño, la que lo amaba mucho, gritó: «¡Oh no, mi señor! ¡Denle el niño a ella, pero, por favor, no lo maten!».En cambio, la otra mujer dijo: «Me parece bien, asà no será ni tuyo ni mÃo; ¡divÃdanlo entre las dos!».
Cuando el pueblo se enteró de la decisión que habÃa tomado el rey, todos en Israel quedaron admirados porque reconocieron la sabidurÃa que Dios le habÃa dado para impartir justicia.