Por mandato del Señor, un hombre de Dios de la región de Judá fue a Betel y llegó en el momento que Jeroboam se acercaba al altar para quemar incienso.
Luego, por mandato del Señor, el hombre de Dios gritó: «¡Oh altar, altar! Esto dice el Señor: “En la dinastÃa de David nacerá un niño llamado JosÃas, quien sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los santuarios paganos que vienen aquà a quemar incienso, y sobre ti se quemarán huesos humanosâ€Â».
Ese mismo dÃa, el hombre de Dios dio una señal para demostrar que su mensaje era verdadero y dijo: «El Señor ha prometido dar una señal: este altar se partirá en dos, y sus cenizas se derramarán en el suelo».
Cuando Jeroboam oyó al hombre de Dios hablar contra el altar de Betel, el rey lo señaló con el dedo y gritó: «¡Detengan a ese hombre!»; pero al instante, la mano del rey se paralizó en esa posición, y no podÃa moverla.
En ese mismo momento, se produjo una enorme grieta en el altar y las cenizas se desparramaron, tal como el hombre de Dios habÃa predicho en el mensaje que recibió del Señor.
Entonces el rey clamó al hombre de Dios: «¡Te ruego que le pidas al Señor tu Dios que me restaure la mano!». Asà que el hombre de Dios oró al Señor, y la mano quedó restaurada y el rey pudo moverla otra vez.
Pero el hombre de Dios le dijo al rey:—Aunque me dieras la mitad de todo lo que posees, no irÃa contigo. No comerÃa ni beberÃa nada en este lugar,
El profeta anciano les preguntó: «¿Por dónde se fue?». Asà que ellos le mostraron a su padre el camino que el hombre de Dios habÃa tomado.
«¡Rápido, ensillen el burro!», les dijo el anciano. Enseguida le ensillaron el burro y se montó.
Entonces salió cabalgando en busca del hombre de Dios y lo encontró sentado debajo de un árbol grande. El profeta anciano le preguntó:—¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá?—SÃ, soy yo —le contestó.
Entonces le dijo al hombre de Dios:—Acompáñame a mi casa y come algo.
—No, no puedo —respondió—. No se me permite comer ni beber nada en este lugar,
Asà que regresaron juntos, y el hombre de Dios comió y bebió en la casa del profeta.
Mientras estaban sentados a la mesa, vino un mandato del Señor al profeta anciano,
quien le gritó al hombre de Dios de Judá: «Esto dice el Señor: “Has desafiado la palabra del Señor y desobedecido el mandato que el Señor tu Dios te dio.
Cuando el hombre de Dios terminó de comer y beber, el profeta anciano ensilló su propio burro y se lo dio,
y el hombre de Dios siguió su camino. Mientras viajaba, le salió al paso un león y lo mató. Su cuerpo quedó tirado en el camino, y tanto el burro como el león estaban junto al cadáver.
Cuando el profeta oyó la noticia, dijo: «Es el hombre de Dios que desobedeció el mandato del Señor. El Señor cumplió su palabra al hacer que el león lo atacara y lo matara».
Luego el profeta dijo a sus hijos: «EnsÃllenme un burro». Asà que ellos ensillaron un burro
Pues el mensaje que el Señor le dijo que proclamara contra el altar de Betel y contra los santuarios paganos en las ciudades de Samaria, ciertamente se cumplirá».
A pesar de esto, Jeroboam no abandonó sus caminos perversos. Continuó seleccionando sacerdotes de entre la gente común y nombraba a cualquiera que quisiera ser sacerdote de los santuarios paganos.
Esto fue un gran pecado y, como consecuencia, la dinastÃa de Jeroboam fue totalmente eliminada de la faz de la tierra.