—Su padre fue un amo muy duro —le dijeron—. Alivie los trabajos tan pesados y los impuestos tan altos que su padre impuso sobre nosotros. Entonces seremos sus leales súbditos.
Los consejeros ancianos contestaron:—Si hoy se pone al servicio de este pueblo y les da una respuesta favorable, ellos siempre serán sus leales súbditos.
Los jóvenes contestaron:—Asà deberÃa responder a esos que se quejan de todo y que quieren una carga más liviana: “¡Mi dedo meñique es más grueso que la cintura de mi padre!
Por lo tanto, el rey no prestó atención al pueblo. Este giro en la historia ocurrió por voluntad del Señor, porque cumplÃa el mensaje que el Señor le habÃa dado a Jeroboam, hijo de Nabat, por medio del profeta AhÃas de Silo.
Cuando todos los israelitas se dieron cuenta de que el rey no iba a hacerles caso, respondieron: «¡Abajo la dinastÃa de David!    No nos interesa para nada el hijo de IsaÃ. ¡Regresa a tu casa, Israel!    Y tú, David, ¡cuida de tu propia casa!».Entonces el pueblo de Israel regresó a casa;
pero Roboam siguió gobernando a los israelitas que vivÃan en las ciudades de Judá.
Hasta el dÃa de hoy, las tribus del norte de Israel se han negado a ser gobernadas por un descendiente de David.
Cuando los israelitas supieron que Jeroboam habÃa regresado de Egipto, convocaron una asamblea y lo nombraron rey de todo Israel. Asà que solo la tribu de Judá permaneció fiel a la familia de David.
“Esto dice el Señor: ‘No peleen contra sus parientes, los israelitas. ¡Regrese cada uno a su casa, porque lo que ha sucedido es obra mÃa!’â€Â». Entonces ellos obedecieron el mensaje del Señor y cada uno volvió a su casa, tal como el Señor habÃa ordenado.
Jeroboam colocó uno de los Ãdolos con forma de becerro en Betel y al otro lo puso en Dan, es decir, en ambos extremos de su reino.
Esto llegó a ser un gran pecado, porque la gente rendÃa culto a Ãdolos y viajaba hasta Dan, al norte, para rendir culto al becerro que estaba allÃ.
Además, Jeroboam construyó edificios en el mismo sitio de los santuarios paganos y consagró sacerdotes de entre la gente común, es decir, personas que no pertenecÃan a la tribu sacerdotal de LevÃ.