Luego todas las tribus de Israel fueron a David en Hebrón y le dijeron: «Somos de la misma sangre.
En el pasado, cuando Saúl era nuestro rey, en realidad era usted quien dirigÃa a las fuerzas de Israel. Y el Señor le dijo: “Tú serás el pastor de mi pueblo Israel; tú serás el lÃder de Israelâ€Â».
De modo que allà en Hebrón el rey David hizo un pacto ante el Señor con todos los ancianos de Israel, y lo ungieron rey de Israel.
David tenÃa treinta años cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años.
Pero David tomó la fortaleza de Sión, la que ahora se llama Ciudad de David.
El dÃa del ataque, David les dijo a sus tropas: «Odio a esos jebuseos “ciegos†y “cojosâ€. Todo el que ataque la ciudad, que haga su entrada por el túnel de agua». Este es el origen del dicho: «Ni el ciego ni el cojo pueden entrar en la casa».
Asà que David hizo de la fortaleza su casa y la llamó la Ciudad de David. Extendió la ciudad, comenzando desde los terraplenes, y continuó hacia adentro.
Luego Hiram, rey de Tiro, envió mensajeros a David, junto con madera de cedro, asà como carpinteros y canteros, quienes construyeron un palacio para David.
Entonces David se dio cuenta de que el Señor lo habÃa confirmado como rey de Israel y que habÃa bendecido su reino por amor a su pueblo Israel.
Cuando los filisteos se enteraron de que David habÃa sido ungido rey de Israel, movilizaron todas sus fuerzas para capturarlo; pero le avisaron a David que venÃan, asà que entró en la fortaleza.
Los filisteos llegaron y se desplegaron por todo el valle de Refaim.
Entonces David fue a Baal-perazim y allà derrotó a los filisteos. «¡El Señor lo hizo! —exclamó David—. ¡Él irrumpió en medio de mis enemigos como una violenta inundación!». Asà que llamó a ese lugar Baal-perazim (que significa «el Señor que irrumpe»).
Los filisteos abandonaron allà sus Ãdolos, y David y sus hombres los confiscaron.