Pero sus hombres se opusieron terminantemente e insistieron:—No debe ir. Si tenemos que salir en retirada y huir, aunque maten a la mitad de nosotros no cambiarÃa nada para las tropas de Absalón; es a usted al que buscan. Usted vale por diez mil de nosotros. Es mejor que se quede aquà en la ciudad y nos envÃe ayuda si la necesitamos.
Entonces el rey les dio esta orden a Joab, a Abisai y a Itai:—Por consideración a mÃ, traten con bondad al joven Absalón.Y todas las tropas escucharon que el rey daba esta orden a sus comandantes.
Asà que comenzó la batalla en el bosque de EfraÃn,
y los hombres de David rechazaron los ataques de las tropas israelitas. Aquel dÃa hubo una gran matanza, y veinte mil hombres perdieron la vida.
La batalla se extendió con furor por todo el campo, y perecieron en el bosque más hombres que los que murieron a espada.
Durante la batalla, Absalón se cruzó con algunos hombres de David. Trató de escapar en su mula, pero al pasar cabalgando debajo de un gran árbol, su cabello se enredó en las gruesas ramas. La mula siguió y dejó a Absalón suspendido en el aire.
Entonces uno de los hombres de David vio lo que habÃa pasado y le dijo a Joab:—Vi a Absalón colgando de un gran árbol.
—No matarÃa al hijo del rey ni por mil piezas de plata —le respondió el hombre a Joab—. Todos escuchamos lo que el rey les dijo a usted, a Abisai y a Itai: “Por consideración a mÃ, por favor, perdonen la vida del joven Absalónâ€.
—Basta ya de esta tonterÃa —dijo Joab.Enseguida Joab tomó tres dagas y las clavó en el corazón de Absalón mientras estaba colgado, todavÃa vivo, del gran árbol.
Luego diez jóvenes escuderos de Joab rodearon a Absalón y lo remataron.
Arrojaron el cuerpo de Absalón dentro de un hoyo grande en el bosque y encima apilaron un montón de piedras. Y todo Israel huyó a sus hogares.
Mientras aún vivÃa, Absalón se habÃa erigido a sà mismo un monumento en el valle del Rey, porque dijo: «No tengo hijo que perpetúe mi nombre». Le puso al monumento su propio nombre, y es conocido como el monumento de Absalón hasta el dÃa de hoy.
—Estoy de acuerdo, pero igual permÃtame ir —le suplicó.Joab finalmente le dijo:—Está bien, puedes ir.Entonces Ahimaas tomó el camino más fácil por la llanura y corrió a Mahanaim y llegó antes que el etÃope.
Mientras David estaba sentado entre las puertas internas y externas de la ciudad, el centinela subió al techo de la entrada de la muralla. Cuando se asomó, vio a un solo hombre que corrÃa hacia ellos.
Desde arriba le gritó la novedad a David, y el rey respondió:—Si está solo, trae noticias.Al acercarse el mensajero,
—El primer hombre corre como Ahimaas, hijo de Sadoc —dijo el centinela.—Él es un buen hombre y trae buenas noticias —respondió el rey.
Ahimaas le gritó al rey:—¡Todo está bien!Se inclinó delante del rey rostro en tierra y dijo:—Alabado sea el Señor su Dios, quien ha entregado a los rebeldes que se atrevieron a hacerle frente a mi señor el rey.
—Espera aquà —le dijo el rey.Y Ahimaas se hizo a un lado.
Enseguida el etÃope llegó y le dijo:—Tengo buenas noticias para mi señor el rey. Hoy el Señor lo ha librado de todos los que se rebelaron en su contra.
Entonces el rey se sintió abrumado por la emoción. Subió a la habitación que estaba sobre la entrada y se echó a llorar. Y mientras subÃa, clamaba: «¡Oh, mi hijo Absalón! ¡Hijo mÃo, hijo mÃo Absalón! ¡Si tan solo yo hubiera muerto en tu lugar! ¡Oh Absalón, mi hijo, mi hijo!».