Joab se dio cuenta de cuánto el rey deseaba ver a Absalón.
Asà que mandó llamar a una mujer de Tecoa que tenÃa fama de ser muy sabia. Le dijo: «Finge que estás de duelo; ponte ropa de luto y no uses lociones. Actúa como una mujer que ha estado de duelo por mucho tiempo.
Entonces ve al rey y dile la historia que te voy a contar». Luego Joab le dijo lo que tenÃa que decir.
Cuando la mujer de Tecoa se acercó al rey, se inclinó rostro en tierra con profundo respeto y exclamó:—¡Oh rey, ayúdeme!
—¡Oh gracias, mi señor el rey! —le respondió la mujer de Tecoa—. Si lo critican por ayudarme, que la culpa caiga sobre mà y sobre la casa de mi padre, y que el rey y su trono sean inocentes.
—Si alguien se opone —le dijo el rey—, tráemelo. ¡Te aseguro que nunca más volverá a molestarte!
Luego ella dijo:—Por favor, júreme por el Señor su Dios que no dejará que nadie tome venganza contra mi hijo. No quiero más derramamiento de sangre.—Tan cierto como que el Señor vive —le respondió—, ¡no se tocará ni un solo cabello de la cabeza de tu hijo!
De manera que Joab le dijo al rey lo que Absalón habÃa dicho. Por fin el rey mandó llamar a Absalón, quien fue y se inclinó ante el rey, y el rey lo besó.