Entonces recordó los sueños que habÃa tenido acerca de ellos hacÃa muchos años atrás, y les dijo:—¡Ustedes son espÃas! Han venido para ver lo vulnerable que se ha hecho nuestra tierra.
—¡No, mi señor! —exclamaron—. Sus siervos han venido simplemente a comprar alimento.
Todos nosotros somos hermanos, miembros de la misma familia. ¡Somos hombres honrados, señor! ¡No somos espÃas!
—Señor —dijeron ellos—, en realidad somos doce en total. Nosotros, sus siervos, somos todos hermanos, hijos de un hombre que vive en la tierra de Canaán. Nuestro hermano menor quedó con nuestro padre, y uno de nuestros hermanos ya no está con nosotros.
Voy a comprobar su historia de la siguiente manera: ¡Juro por la vida del faraón que ustedes nunca se irán de Egipto a menos que su hermano menor venga hasta aquÃ!
Si de verdad son hombres honrados, escojan a uno de sus hermanos para que se quede en la cárcel. Los demás podrán regresar a casa con el grano para sus familias que mueren de hambre.
Pero deben traerme a su hermano menor. Eso demostrará que dicen la verdad, y no morirán.Ellos estuvieron de acuerdo.
Asà que los hermanos cargaron sus burros con el grano y emprendieron el regreso a casa.
Cuando se detuvieron a pasar la noche y uno de ellos abrió su costal a fin de sacar grano para su burro, encontró su dinero en la abertura del costal.
Cuando los hermanos llegaron a donde estaba su padre Jacob, en la tierra de Canaán, le contaron todo lo que les habÃa sucedido.
«El hombre que gobierna la nación nos habló con mucha dureza —le dijeron—. Nos acusó de ser espÃas en su tierra,
pero nosotros le dijimos: “Somos hombres honrados, no espÃas.
Somos doce hermanos, hijos del mismo padre. Uno de nuestros hermanos ya no está con nosotros, y el menor está en casa con nuestro padre, en la tierra de Canaánâ€.
Luego, al vaciar cada uno su costal, ¡encontraron las bolsas con el dinero que habÃan pagado por el grano! Los hermanos y su padre quedaron aterrados cuando vieron las bolsas con el dinero,