En su sueño, vio siete vacas gordas y sanas que salÃan del rÃo y comenzaban a pastar entre los juncos.
Luego vio otras siete vacas que salÃan del Nilo detrás de ellas, pero eran flacas y raquÃticas. Esas vacas se pusieron junto a las vacas gordas, en la ribera del rÃo.
¡Entonces las vacas flacas y raquÃticas se comieron a las siete vacas gordas y sanas! En ese momento del sueño, el faraón se despertó.
Luego aparecieron otras siete espigas de grano, pero estaban resecas y marchitadas por el viento oriental.
¡Entonces las espigas secas se tragaron a las siete robustas y bien formadas! El faraón volvió a despertarse y se dio cuenta de que era un sueño.
A la mañana siguiente, el faraón estaba muy perturbado por los sueños. Entonces llamó a todos los magos y a los sabios de Egipto. Cuando el faraón les contó sus sueños, ninguno de ellos pudo decirle lo que significaban.
Finalmente habló el jefe de los coperos del rey: «Hoy he recordado mi falla —le dijo al faraón—.
Hace un tiempo, usted se enojó con el jefe de los panaderos y conmigo, y nos encarceló en el palacio del capitán de la guardia.
Una noche, el jefe de los panaderos y yo tuvimos cada uno un sueño, y cada sueño tenÃa su propio significado.
Haga que ellos reúnan toda la producción de alimentos en los años buenos que vienen y la lleven a los graneros del faraón. Almacene bien el grano y vigÃlelo para que haya alimento en las ciudades.
De esa manera, habrá suficiente para comer cuando lleguen los siete años de hambre sobre la tierra de Egipto. De lo contrario, el hambre destruirá la tierra.
Acumuló grandes cantidades de grano, tanto como si fuera arena a la orilla del mar. Al final, dejó de registrar las cantidades porque habÃa tanto que resultaba imposible medirlo.