Además, dio a luz un tercer hijo y lo llamó Sela. Cuando nació Sela, ellos vivÃan en Quezib.
Con el transcurso del tiempo, Judá arregló que Er, su hijo mayor, se casara con una joven llamada Tamar.
Pero Er era un hombre perverso ante los ojos del Señor, y el Señor le quitó la vida.
Entonces Judá dijo a Onán, hermano de Er: «Cásate con Tamar, como nuestra ley exige al hermano de un hombre que haya muerto. Tú debes darle un heredero a tu hermano».
Pero Onán no estaba dispuesto a tener un hijo que no fuera su propio heredero. Por eso, cada vez que tenÃa relaciones sexuales con la mujer de su hermano, derramaba el semen en el suelo. Esto evitaba que ella tuviera un hijo de su hermano.
Luego ella regresó a su casa, se quitó el velo y se puso la ropa de viuda como de costumbre.
Más tarde Judá le pidió a su amigo Hira el adulamita que llevara el cabrito a la mujer y recogiera las cosas que le habÃa dejado como garantÃa, pero Hira no pudo encontrarla.
Entonces preguntó a los hombres de ese lugar:—¿Dónde puedo encontrar a la prostituta del templo local que se sentaba junto al camino, a la entrada de Enaim?—Nunca hemos tenido una prostituta del templo aquà —contestaron ellos.
Entonces Hira regresó a donde estaba Judá y le dijo:—No pude encontrarla por ninguna parte, y los hombres de la aldea afirman que nunca ha habido una prostituta del templo pagano en ese lugar.
Cuando llegó el tiempo de que Tamar diera a luz, se descubrió que esperaba gemelos.
Durante el parto, uno de los niños sacó la mano, entonces la partera le ató un hilo rojo en la muñeca y anunció: «Este salió primero».
Pero luego el niño metió la mano de vuelta, ¡y salió primero su hermano! Entonces la partera exclamó: «¡Vaya! ¿Cómo hiciste para abrirte brecha y salir primero?». Y lo llamaron Fares.
Luego nació el niño que llevaba el hilo rojo en la muñeca, y lo llamaron Zera.