Y en mi sueño, el ángel de Dios me dijo: “¡Jacob!â€. Y yo respondÃ: “SÃ, aquà estoyâ€.
»El ángel dijo: “Levanta la vista, y verás que solamente los machos rayados, manchados y moteados se aparean con las hembras de tu rebaño. Pues he visto el modo en que Labán te ha tratado.
Yo soy el Dios que se te apareció en Betel, el lugar donde ungiste la columna de piedra y me hiciste el voto. Ahora prepárate, sal de este paÃs y regresa a la tierra donde nacisteâ€.
Raquel y Lea respondieron:—¡Por nuestra parte está bien! De todos modos, nosotras no heredaremos nada de las riquezas de nuestro padre.
Toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre y te ha dado a ti nos pertenece legalmente a nosotras y a nuestros hijos. Asà que, adelante, haz todo lo que Dios te ha dicho.
Entonces Jacob hizo que sus esposas y sus hijos subieran a los camellos
y puso en marcha a todos sus animales. Reunió todas las pertenencias que habÃa adquirido en Padán-aram y salió hacia la tierra de Canaán, donde vivÃa su padre Isaac.
En el momento de partir, Labán estaba lejos, esquilando sus ovejas. Asà que Raquel robó los Ãdolos de familia de su padre y los llevó consigo.
Jacob fue más listo que Labán el arameo, porque salieron en secreto y nunca le dijeron que se iban.
De ese modo Jacob se llevó todas sus pertenencias y cruzó el rÃo Éufrates en dirección a la zona montañosa de Galaad.
pero Raquel habÃa tomado los Ãdolos y los habÃa escondido en la montura de su camello, y estaba sentada encima de ellos. Cuando Labán terminó de buscar en cada rincón de la carpa sin encontrarlos,
ella le dijo a su padre: «Por favor, perdone, mi señor, si no me levanto ante usted. Es que estoy con mi perÃodo menstrual». Labán, pues, continuó su búsqueda, pero no pudo encontrar los Ãdolos de familia.
En realidad, si el Dios de mi padre no hubiera estado de mi parte —el Dios de Abraham y el temible Dios de Isaac—, tú me habrÃas despedido con las manos vacÃas. Pero Dios ha visto tu abuso y mi arduo trabajo. ¡Por eso se te apareció anoche y te reprendió!
Asà que hagamos un pacto tú y yo, y ese pacto será un testimonio de nuestro compromiso.
Entonces Jacob tomó una piedra y la erigió como columna conmemorativa.
Y dijo a los miembros de su familia: «Recojan algunas piedras». Entonces ellos juntaron piedras y las apilaron. Luego Jacob y Labán se sentaron junto al montÃculo de piedras y compartieron una comida para celebrar el pacto.
Con el fin de conmemorar el suceso, Labán llamó a aquel lugar Jegar Sahaduta (que significa «montÃculo del testimonio» en arameo), y Jacob lo llamó Galaad (que significa «montÃculo del testimonio» en hebreo).
Invoco al Dios de nuestros antepasados —el Dios de tu abuelo Abraham y el Dios de mi abuelo Nacor— para que sea juez entre nosotros».Entonces Jacob juró, delante del temible Dios de su padre Isaac, respetar la lÃnea fronteriza.