—¡No! —contestó Abraham—. Procura no llevar nunca a mi hijo allÃ.
Pues el Señor, Dios del cielo, quien me sacó de la casa de mi padre y de mi tierra natal, prometió solemnemente dar esta tierra a mis descendientes. Él enviará a su ángel delante de ti y se encargará de que encuentres allà una esposa para mi hijo.
Si ella no está dispuesta a regresar contigo, entonces quedarás libre de este juramento que haces conmigo; pero bajo ninguna circunstancia, llevarás a mi hijo allÃ.
Entonces el siervo hizo un juramento poniendo su mano debajo del muslo de su señor, Abraham, y juró seguir sus instrucciones.
Entonces, antes de terminar su oración, vio a una joven llamada Rebeca, que salÃa con su cántaro al hombro. Ella era hija de Betuel, quien era hijo de Nacor —hermano de Abraham— y de Milca, su esposa.
Rebeca era muy hermosa y tenÃa edad suficiente para estar casada, pero aún era virgen. Ella descendió hasta el manantial, llenó su cántaro y volvió a subir.
Entonces el siervo corrió hasta alcanzarla y le dijo:—Por favor, deme de beber un poco de agua de su cántaro.
—SÃ, mi señor, beba —respondió ella.Enseguida bajó su cántaro del hombro y le dio de beber.
El hombre se inclinó hasta el suelo y adoró al Señor.
—Alabado sea el Señor, Dios de mi amo, Abraham —dijo—. El Señor ha mostrado amor inagotable y fidelidad a mi amo, porque me ha guiado directamente a los parientes de mi señor.
La joven corrió a su casa para contarle a su familia todo lo que habÃa ocurrido.
Rebeca tenÃa un hermano llamado Labán, el cual salió corriendo al manantial para encontrarse con el hombre.
HabÃa visto el anillo en la nariz de su hermana y las pulseras en sus muñecas, y habÃa oÃdo a Rebeca contar lo que el hombre le habÃa dicho. Asà que corrió hasta llegar al manantial, donde el hombre aún estaba parado al lado de sus camellos.
Luego sirvieron la comida, pero el siervo de Abraham dijo:—No quiero comer hasta que les haya dicho la razón por la que vine.—Muy bien —respondió Labán—, dinos.
»Antes de terminar de orar en mi corazón, vi a Rebeca saliendo con un cántaro de agua al hombro. Ella descendió hasta el manantial y sacó agua. Entonces yo le dije: “Por favor, deme de beberâ€.
Luego comieron, y el siervo y los hombres que lo acompañaban pasaron allà la noche.Pero temprano a la mañana siguiente, el siervo de Abraham dijo:—EnvÃenme de regreso a mi amo.
—Queremos que Rebeca se quede con nosotros al menos diez dÃas —dijeron su madre y su hermano—, y luego podrá irse.
Entonces se despidieron de Rebeca y la enviaron con el siervo de Abraham y sus hombres. La mujer que habÃa sido niñera de Rebeca la acompañó.
Cuando Rebeca partÃa le dieron la siguiente bendición: «Hermana nuestra, ¡que llegues a ser    la madre de muchos millones! Que tus descendientes sean fuertes    y conquisten las ciudades de sus enemigos».