HabÃa un hombre de BenjamÃn que se llamaba Quis hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de AfÃaj, hijo de un hombre de BenjamÃn, un guerrero valiente.
A Quis, padre de Saúl, se le perdieron sus asnas. Entonces Quis dijo a su hijo Saúl: --Por favor, toma contigo a uno de los criados, levántate y ve a buscar las asnas.
Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a Dios decÃa: "Venid y vayamos al vidente"; porque al profeta de hoy, antiguamente se le llamaba vidente.
Entonces Saúl dijo a su criado: --Bien dices; anda, vamos. Fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios.
Ellas les respondieron diciendo: --SÃ. Allà está delante de ti. Ahora date prisa, porque hoy ha venido a la ciudad con motivo del sacrificio que el pueblo tiene hoy en el lugar alto.
Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado, los hizo entrar en la sala, y les dio lugar a la cabecera de los invitados, que eran unos treinta hombres.
Y Samuel dijo al cocinero: --Trae acá la porción que te di, la cual te dije que guardaras aparte.
El cocinero tomó un muslo, lo sacó y lo puso delante de Saúl. Y Samuel dijo: --He aquà lo que estaba reservado; ponlo delante de ti y come, porque para esta ocasión fue guardado para ti cuando dije: "Yo he invitado al pueblo." Asà que aquel dÃa Saúl comió con Samuel.
Descendieron al extremo de la ciudad, y Samuel dijo a Saúl: --Dile al criado que se nos adelante, pero tú espera un poco para que te declare la palabra de Dios. Y el criado se adelantó.