Entonces avisaron al rey de Jericó, diciendo: --Unos hombres de los hijos de Israel han venido aquà esta noche para explorar la tierra.
Entonces el rey de Jericó mandó decir a Rajab: --Saca a los hombres que han venido a ti y han entrado en tu casa, porque han venido para explorar todo el paÃs.
Pero la mujer, que habÃa tomado a los dos hombres y los habÃa escondido, dijo: --Es verdad que vinieron a mà unos hombres, pero yo no sabÃa de dónde eran.
Al oÃr esto, nuestro corazón desfalleció. No ha quedado más aliento en ninguno a causa de vosotros, porque Jehovah vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra.
Los hombres le respondieron: --Nuestra vida sea por la vuestra, hasta la muerte, si tú no hablas de este asunto nuestro. Entonces, cuando Jehovah nos haya dado la tierra, mostraremos para contigo misericordia y verdad.
Luego ella los hizo descender con una cuerda por la ventana, porque su casa estaba sobre la muralla de la ciudad, y ella vivÃa en la muralla.
Los hombres le dijeron: --Nosotros quedaremos libres de este juramento que nos has hecho jurar,
a menos que, cuando entremos en la tierra, ates este cordón rojo a la ventana por la cual nos has descolgado. Reunirás junto a ti en la casa a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y a toda la familia de tu padre.
Caminando ellos, llegaron a la región montañosa y estuvieron allà tres dÃas, hasta que los que los perseguÃan regresaron. Quienes los perseguÃan los buscaron por todo el camino, pero no los hallaron.