Pues nuestra exhortación no procedÃa de error ni de motivos impuros, ni fue con engaño.
Más bien, según fuimos aprobados por Dios para ser encomendados con el evangelio, asà hablamos; no como quienes buscan agradar a los hombres, sino a Dios quien examina nuestros corazones.
Porque os acordáis, hermanos, de nuestro arduo trabajo y fatiga; que trabajando de dÃa y de noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios.
Pero nosotros, hermanos, apartados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, procuramos con mayor empeño y con mucho deseo veros personalmente.
Por eso quisimos ir a vosotros (yo Pablo, una y otra vez), pero Satanás nos lo impidió.
Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, gozo o corona de orgullo delante del Señor Jesucristo en su venida? ¿Acaso no lo sois vosotros?