Al inclinarse hacia abajo otra vez, escribÃa en tierra.
Pero cuando lo oyeron, salÃan uno por uno, comenzando por los más viejos. Sólo quedaron Jesús y la mujer, que estaba en medio.
Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: --Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
Y ella dijo: --Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: --Ni yo te condeno. Vete y desde ahora no peques más.
Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: --Yo soy la luz del mundo. El que me sigue nunca andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
Entonces los fariseos le dijeron: --Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero.
Respondió Jesús: --Si yo me glorifico a mà mismo, mi gloria no es nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decÃs: "Es nuestro Dios."