"Un sembrador salió a sembrar su semilla. Mientras sembraba, una parte cayó junto al camino y fue pisoteada; y las aves del cielo la comieron.
Otra parte cayó sobre la roca, y cuando creció, se secó, porque no tenÃa humedad.
Otra parte cayó entre los espinos, y los espinos crecieron al mismo tiempo y la ahogaron.
Y otra parte cayó en buena tierra, y cuando creció, llevó fruto a ciento por uno." Hablando de estas cosas, exclamó: "El que tiene oÃdos para oÃr, oiga."
"Ninguno que enciende una lámpara la cubre con una vasija, o la pone debajo de la cama, sino que la pone sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.
Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni nada escondido que no haya de ser conocido y salir en claro.
"Mirad, pues, cómo oÃs; porque a cualquiera que tenga, le será dado, y a cualquiera que no tenga, aun lo que piense tener le será quitado."
Cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.
Los que apacentaban los cerdos, al ver lo que habÃa acontecido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos.
Y salieron a ver lo que habÃa acontecido. Fueron a Jesús y hallaron al hombre de quien habÃan salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
Los que lo habÃan visto les contaron cómo habÃa sido salvado aquel endemoniado.
Entonces toda la multitud de la región de los gadarenos le rogó que se apartara de ellos, porque tenÃan mucho temor. Jesús subió a la barca y regresó.