Y Dios dijo al hombre vestido de lino: --Entra en medio de las ruedas, debajo de los querubines, llena tus manos con carbones encendidos de entre los querubines, y espárcelos sobre la ciudad. Él entró ante mi vista.
Y cuando entró aquel hombre, los querubines estaban de pie en el lado sur del templo, y la nube llenaba el atrio interior.
Entonces la gloria de Jehovah se elevó de encima de los querubines, hacia el umbral del templo. Y el templo fue llenado por la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehovah.
El ruido de las alas de los querubines se escuchaba hasta el atrio exterior, como la voz del Dios Todopoderoso cuando habla.
En cuanto a su aspecto, las cuatro eran de una misma forma, como si una rueda estuviera dentro de otra rueda.
Cuando se desplazaban, iban en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban, sino que al lugar a donde se dirigÃa la principal, las otras iban detrás de ella; y no viraban cuando se desplazaban.
A las ruedas, ante mis oÃdos, se les gritaba: "¡Rueda!"
Cada uno tenÃa cuatro caras. La primera tenÃa cara de querubÃn; la segunda, cara de hombre; la tercera, cara de león; y la cuarta, cara de águila.
Luego los querubines se elevaron. Éstos son los seres vivientes que vi junto al rÃo Quebar.