No hay hombre que tenga poder sobre el hálito de vida, como para retenerlo, ni hay poder sobre el dÃa de la muerte. No hay tregua en semejante guerra, ni la impiedad librará a los que la poseen.
Todo esto he observado, y he dedicado mi corazón a todo lo que se hace debajo del sol. Hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre, para su propio mal.
Por eso yo elogio la alegrÃa, pues el hombre no tiene debajo del sol mejor bien que comer, beber y alegrarse. Esto es lo que le queda por su duro trabajo en los dÃas de su vida que Dios le ha dado debajo del sol.
Al dedicar mi corazón a conocer la sabidurÃa y a ver la tarea que se realiza sobre la tierra (porque ni de noche ni de dÃa los ojos del hombre disfrutan del sueño),
vi todas las obras de Dios. Ciertamente el hombre no logra comprender la obra que se hace debajo del sol. Por más que se esfuerce buscándolo, no lo alcanzará; aunque el sabio diga que lo conoce, no por ello podrá alcanzarlo.