El rey de Israel respondió a Josafat: --TodavÃa hay un hombre por medio del cual podrÃamos consultar a Jehovah; pero yo le aborrezco, porque no me profetiza el bien, sino el mal, todos sus dÃas. Es MicaÃas hijo de Imla. Josafat respondió: --No hable asà el rey.
Entonces el rey de Israel llamó a un funcionario y le dijo: --Trae pronto a MicaÃas hijo de Imla.
El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, vestidos con sus vestiduras reales, estaban sentados, cada uno en su trono, en la era a la entrada de la puerta de Samaria; y todos los profetas profetizaban delante de ellos.
Y todos los profetas profetizaban de la misma manera, diciendo: --Sube a Ramot de Galaad y triunfa, porque Jehovah la entregará en mano del rey.
El mensajero que habÃa ido a llamar a MicaÃas le habló diciendo: --He aquÃ, las palabras de los profetas unánimemente anuncian el bien al rey. Sea, pues, tu palabra como la de uno de ellos, y anuncia el bien.
Ahora pues, he aquà que Jehovah ha puesto un espÃritu de mentira en la boca de estos tus profetas, porque Jehovah ha decretado el mal con respecto a ti.
La batalla arreció aquel dÃa, y el rey de Israel fue sostenido en pie en el carro, frente a los sirios, hasta el atardecer. Y murió al ponerse el sol.