AbÃas reposó con sus padres, y lo sepultaron en la Ciudad de David. Y su hijo Asa reinó en su lugar, en cuyos dÃas la tierra tuvo tranquilidad durante diez años.
Asa hizo lo bueno y lo recto ante los ojos de Jehovah su Dios.
Quitó los altares de culto extraño y los lugares altos, rompió las piedras rituales y quebró los árboles rituales de Asera.
Mandó a los de Judá que buscaran a Jehovah, Dios de sus padres, y que pusieran por obra la ley y los mandamientos.
Asa invocó a Jehovah su Dios, diciendo: "¡Oh Jehovah, no hay otro como tú para ayudar tanto al poderoso como al que no tiene fuerzas! Ayúdanos, oh Jehovah, Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre vamos contra esta multitud. Oh Jehovah, tú eres nuestro Dios; no prevalezca contra ti el hombre!"
Entonces Jehovah desbarató a los etÃopes delante de Asa y de Judá, y los etÃopes huyeron.