Entonces fue con ellos; y cuando llegaron al Jordán, cortaron los árboles.
Pero sucedió que cuando uno de ellos estaba derribando un tronco, se le cayó el hierro del hacha al agua, y dio voces diciendo: --¡Ay, señor mÃo! ¡Era prestada!
Entonces respondió uno de sus servidores: --Ninguno, oh mi señor el rey; sino que el profeta Eliseo, que está en Israel, le declara al rey de Israel las palabras que hablas en tu dormitorio.
Cuando el rey de Israel los vio, preguntó a Eliseo: --¿Los mato, padre mÃo? ¿Los mato?
Él le respondió: --No los mates. ¿MatarÃas a los que tomas cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua para que coman y beban, y se vuelvan a su señor.
Entonces les hizo un gran banquete. Y cuando habÃan comido y bebido, los dejó ir; y se volvieron a su señor. Y las bandas armadas de Siria no volvieron a hacer incursiones en la tierra de Israel.
Cocimos, pues, a mi hijo y lo comimos. Al dÃa siguiente yo le dije a ella: "Entrega tu hijo para que lo comamos." Pero ella ha escondido a su hijo.
Sucedió que cuando el rey oyó las palabras de la mujer, rasgó sus vestiduras y pasaba asà por el muro. Entonces el pueblo miró, y he aquà que debajo llevaba cilicio sobre su cuerpo.
Luego dijo: --¡Asà me haga Dios y aun me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat queda hoy en su lugar!