y Ben-hadad envió a decirle: "Asà me hagan los dioses y aun me añadan, si el polvo de Samaria basta para llenar las manos de todo el pueblo que me sigue."
El rey de Israel respondió y dijo: "Decidle: 'No se jacte tanto el que se ciñe como el que se desciñe.'"
Los jóvenes de los jefes de las provincias salieron primero. Ben-hadad habÃa enviado a algunos, quienes le informaron diciendo: --Unos hombres han salido de Samaria.
Él dijo: --Si han salido para hacer la paz, prendedlos vivos. Y si han salido para combatir, prendedlos vivos.
Entonces salió el rey de Israel, atacó los caballos y los carros, y ocasionó a los sirios una gran derrota.
Luego se acercó el profeta al rey de Israel y le dijo: --Ve, cobra ánimo; considera y mira lo que has de hacer, porque el rey de Siria volverá contra ti el próximo año.
Los servidores del rey de Siria le dijeron: --Sus dioses son dioses de las montañas; por eso fueron más fuertes que nosotros. Pero si combatimos contra ellos en la llanura, sin duda seremos más fuertes que ellos.
Haz, pues, asÃ: Saca a cada uno de los reyes de su puesto, y pon gobernadores en su lugar.
Sus servidores dijeron a Ben-hadad: --He aquÃ, hemos oÃdo que los reyes de la casa de Israel son reyes clementes. Pongamos, pues, cilicio sobre nuestras espaldas y sogas a nuestros cuellos, y salgamos al rey de Israel; quizás nos perdone la vida.
Aquellos hombres tomaron esto como buen augurio y se apresuraron a tomarle la palabra, diciendo: --¡Tu hermano es Ben-hadad! Él dijo: --Id y traedle. Ben-hadad se presentó ante Acab, quien le hizo subir en su carro.