Joab, hijo de Sarvia, se dio cuenta de que el corazón del rey se inclinaba por Absalón.
Entonces Joab mandó a traer de Tecoa a una mujer sabia, y le dijo: --Por favor, finge que estás de duelo. Ponte un vestido de luto y no te unjas con aceite; antes bien, aparenta ser una mujer que hace tiempo guarda luto por algún muerto.
Porque el rey me oirá para librar a su sierva de mano del hombre que busca destruirme a mà juntamente con mi hijo, de la heredad de Dios.
Dice, pues, tu sierva: ¡Que sea de alivio la respuesta de mi señor el rey, porque como un ángel de Dios es mi señor el rey para discernir lo bueno y lo malo! ¡Que Jehovah tu Dios sea contigo!
Entonces el rey respondió y dijo a la mujer: --Por favor, no me encubras nada de lo que te voy a preguntar. La mujer dijo: --Hable mi señor el rey.
El rey preguntó: --¿No está contigo la mano de Joab en todo esto? La mujer respondió y dijo: --¡Vive tu alma, oh mi señor el rey! Nadie se podrá desviar ni a la derecha ni a la izquierda de todo lo que habla mi señor el rey. Ciertamente fue Joab tu servidor quien me mandó. Él puso todas estas palabras en boca de tu sierva.
Joab, tu servidor, hizo esto para cambiar la situación presente. Pero mi señor es sabio, conforme a la sabidurÃa de un ángel de Dios, para conocer todo lo que hay en la tierra.
Entonces el rey dijo a Joab: --He aquÃ, yo concedo esto: Ve y haz volver al joven Absalón.
Joab se postró en tierra sobre su rostro, y haciendo reverencia, bendijo al rey. Entonces dijo Joab: --Hoy ha entendido tu siervo que ha hallado gracia ante tus ojos, oh mi señor el rey, pues el rey ha concedido la petición de su siervo.
Cuando se cortaba el cabello (cosa que hacÃa al final de cada año porque le era pesado, y por ello se lo cortaba), el cabello de su cabeza pesaba 200 siclos de peso real.
A Absalón le nacieron tres hijos y una hija, que se llamaba Tamar. Ella era una mujer hermosa.