Entonces Judá dijo a Onán: --Únete a la mujer de tu hermano; cumple asà con ella tu deber de cuñado, y levanta descendencia a tu hermano.
Pero sabiendo Onán que el hijo que le naciera no serÃa considerado suyo, sucedÃa que cada vez que se unÃa a la mujer de su hermano, vertÃa en tierra para no dar descendencia a su hermano.
Y avisaron a Tamar diciendo: --He aquà que tu suegro sube a Timnat a esquilar sus ovejas.
Entonces ella se quitó su vestido de viudez, se cubrió con un velo, se envolvió con un manto y se sentó a la entrada de Enaim, que está junto al camino de Timnat, porque veÃa que Sela habÃa crecido, pero que ella no le habÃa sido dada por mujer.
Entonces la vio Judá y pensó que era una prostituta, porque habÃa cubierto su cara.
Entonces preguntó a los hombres de aquel lugar diciendo: --¿Dónde está la prostituta de Enaim, junto al camino? Ellos le dijeron: --Aquà no hay ninguna prostituta.
Entonces Judá los reconoció y dijo: --Más justa es ella que yo, porque no se la he dado a mi hijo Sela. Y no volvió a tener relaciones con ella.
Aconteció que al tiempo de dar a luz, he aquà que habÃa mellizos en el vientre de Tamar.
Y cuando ella daba a luz, sucedió que uno de ellos sacó la mano. La partera la tomó y ató a su mano un hilo rojo diciendo: --¡Éste salió primero!