Ahora, dime si tienes algo a la mano para comer. Dame unos cinco panes, o lo que tengas.»
El sacerdote le respondió:«No tengo a la mano pan común; sólo tengo pan consagrado. Te lo puedo dar, si es que tus hombres no han tenido relaciones sexuales con ninguna mujer.»
Y David le respondió:«No te preocupes por eso, pues desde hace tres dÃas hemos estado alejados de ellas. Aunque esta misión no es muy importante, cuando yo salà mis hombres ya se habÃan purificado.»
El sacerdote le dio entonces los panes consagrados, que ya habÃan sido retirados de la presencia del Señor, y cambiados por panes calientes de ese mismo dÃa.
Ese dÃa se encontraba allÃ, ante el Señor, un edomita llamado Doeg, que era el jefe de los pastores de Saúl.
El sacerdote le respondió:«Tengo la espada del filisteo Goliat, al que tú venciste en el valle de Elá. Está aquÃ, detrás del efod, envuelta en un velo. Si te sirve, tómala. Es la única que tengo.»Y David le dijo:«Ninguna otra serÃa mejor. Dámela.»
Ese dÃa David huyó de los dominios de Saúl y llegó al pueblo de Gat, donde Aquis era rey.
Los siervos de Aquis le dijeron:«¡Aquà está David, el rey de esta tierra! Éste es de quien, entre danzas y cantos, la gente decÃa:“Saúl mató a miles de guerreros,pero David mató a más de diez mil.â€Â»
Cuando David oyó esto, presintió que habÃa peligro y tuvo miedo de Aquis, el rey de Gat.
Entonces cambió su comportamiento y fingió estar loco, y se puso a escribir en las puertas, y dejaba que la saliva le corriera por la barba.