Pudo entonces verse una gran señal en el cielo: Apareció una mujer cuyo vestido era el sol. La luna estaba debajo de sus pies, y en su cabeza llevaba una corona con doce estrellas.
Estaba encinta, y gritaba por los dolores de parto y por la angustia del alumbramiento.
Con su cola arrastró a la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Luego el dragón se colocó frente a la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.
La mujer dio a luz a un hijo varón, el cual gobernará a todas las naciones con cetro de hierro. Pero su hijo le fue arrebatado para Dios y su trono.
La mujer huyó entonces al desierto, a un lugar que Dios le habÃa preparado, para que allà la alimentaran durante mil doscientos sesenta dÃas.
pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo.
Asà fue expulsado el gran dragón, que es la serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, y que engaña a todo el mundo. Él y sus ángeles fueron arrojados a la tierra.
Entonces oà una fuerte voz en el cielo, que decÃa:«¡Aquà están ya la salvación y el podery el reino de nuestro Dios,y la autoridad de su Cristo!¡Ya ha sido expulsado el que dÃa y nocheacusaba a nuestros hermanosdelante de nuestro Dios!
Ellos lo vencieron por la sangre del Corderoy por la palabra que ellos proclamaron;siempre estuvieron preparadosa entregar sus vidas y morir.
Cuando el dragón se dio cuenta de que habÃa sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que habÃa dado a luz al hijo varón.
Pero a la mujer se le dieron las dos alas de la gran águila para que volara a su lugar en el desierto, donde es alimentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo, para estar a salvo de la serpiente.
Entonces la serpiente arrojó mucha agua por la boca, para que la mujer fuera arrastrada como por un rÃo.
Pero la tierra vino en su ayuda, pues abrió su boca y se tragó el rÃo que el dragón habÃa arrojado por su boca.
Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a luchar contra el resto de sus descendientes, es decir, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.