Cuando se supo esto, todos los reyes hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, jivitas y jebuseos, que habitaban en las montañas y llanos, y en toda la costa del Mar Grande frente al LÃbano, de este lado del Jordán,
Ellos le dijeron:«Venimos de un paÃs muy lejano, por causa del nombre del Señor tu Dios. Hemos oÃdo hablar de su fama, y sabemos lo que hizo en Egipto,
asà como lo que hizo con los dos reyes de los amorreos al otro lado del Jordán, es decir, con Sijón, el rey de Jesbón, y con Og, el rey de Basán, en Astarot.
Fue esto lo que llevó a los ancianos y los habitantes de nuestra tierra a decirnos: “Tomen provisiones para el camino, y procuren encontrarse con ellos y decirles que somos sus siervos y queremos que hagan una alianza con nosotros.â€
Miren el pan que hemos traÃdo para el camino: el dÃa que partimos para venir a su encuentro, lo tomamos de nuestras casas y estaba caliente; pero mÃrenlo ahora; ¡está seco y mohoso!
Asà que al tercer dÃa los hijos de Israel salieron y llegaron a Gabaón, Cafira, Berot y Quiriat YearÃn, que eran ciudades de los gabaonitas,
pero no los mataron porque, en el nombre del Señor, Dios de Israel, los jefes de la comunidad habÃan jurado perdonarles la vida. Por eso toda la comunidad murmuró contra los jefes,
pero ellos respondieron:«Nosotros hemos hecho un juramento en nombre del Señor, Dios de Israel; por lo tanto, no los podemos tocar.
Los dejaremos vivir, para no provocar el enojo del Señor.»
Puesto que nos han engañado, ahora voy a ponerlos al servicio de la casa de Dios. No habrá uno solo de ustedes que no corte la leña y saque el agua para la casa de mi Dios.»
y desde ese dÃa los destinó a ser los leñadores y aguadores de la comunidad y del altar del Señor, en el lugar que el Señor eligiera, y eso es lo que son hasta el dÃa de hoy.