Ahora, ustedes los ricos, escuchen con cuidado. ¡Lloren a voz en cuello por las calamidades que les sobrevendrán!
Sus riquezas están podridas, y sus ropas están carcomidas por la polilla.
Su oro y su plata están llenos de moho, y ese mismo moho los acusará, y los consumirá como el fuego. Ustedes acumulan riquezas, ¡hasta en los últimos tiempos!
Pero ustedes, hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor. FÃjense en el labrador, cómo espera el preciado fruto de la tierra, y cómo aguarda con paciencia a que lleguen las lluvias tempranas y tardÃas.
Pero sobre todo, hermanos mÃos, no juren ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Cuando digan «sû, que sea «sû; y cuando digan «no», que sea «no». De lo contrario, caerán en condenación.
La oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará de su lecho. Si acaso ha pecado, sus pecados le serán perdonados.
Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es muy poderosa y efectiva.
ElÃas era un hombre con limitaciones semejantes a las nuestras. Pero oró con fervor para que no lloviera, y durante tres años y seis meses no llovió sobre la tierra.