Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos.
No se dejen llevar por doctrinas diversas y extrañas. Es mejor afirmar el corazón con la gracia, y no con alimentos, los cuales nunca fueron de provecho para los que se ocuparon de ellos.
Nosotros tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven en el tabernáculo.
Los cuerpos de los animales cuya sangre introduce el sumo sacerdote en el santuario a causa del pecado, se queman fuera del campamento.
De igual manera, Jesús sufrió fuera de la puerta, para santificar asà al pueblo mediante su propia sangre.