Esta condonación se hará de la siguiente manera: Todo el que haya prestado algo a su prójimo o a su compatriota, lo relevará de la obligación de pagar la deuda. Ya no le exigirá que le pague, porque se proclamará la condonación de deudas en honor del Señor.
Podrás exigir del extranjero el pago de la deuda, pero si tu compatriota te debe algo, tú le perdonarás esa deuda.
Así no habrá entre ustedes ningún mendigo, porque el Señor tu Dios te bendecirá abundantemente en la tierra que va a darte en posesión,
siempre y cuando escuches fielmente la voz del Señor tu Dios y obedezcas y cumplas todos estos mandamientos que hoy te ordeno cumplir.
Puesto que el Señor tu Dios te bendecirá, como te lo ha prometido, podrás hacer préstamos a muchas naciones, pero tú no pedirás prestado nada; dominarás a muchas naciones, pero a ti nadie te dominará.
»Cuando en alguna de tus ciudades, en la tierra que el Señor tu Dios te da, alguno de tus compatriotas se encuentre necesitado, no endurezcas tu corazón ni aprietes el puño para no ayudar a tu compatriota pobre.
Al contrario, abre tu mano con generosidad y préstale lo que le haga falta.
Ten cuidado de no abrigar en tu corazón pensamientos perversos, ni digas: “Ya está cerca el año séptimo, el de la condonación de deudas”, y veas con malos ojos a tu compatriota necesitado y no le des; porque él podrá clamar al Señor y este pecado contará contra ti.
No dejes de darle, ni seas mezquino de corazón cuando le des, porque por ello el Señor tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas y en todo lo que emprendas.
En tu tierra nunca faltarán menesterosos; por eso yo te ordeno que abras tu mano y ayudes en tu tierra a tus compatriotas, y a los pobres y necesitados.
»Si un compatriota hebreo, hombre o mujer se vende a ti y te sirve durante seis años, al séptimo año le darás la libertad.
Pero al darle su libertad no lo despedirás con las manos vacías,
sino que lo abastecerás generosamente, dándole de tus ovejas, de tu trigo y de tu vino, y de aquello con lo que el Señor te haya bendecido.
Acuérdate de que fuiste esclavo en Egipto, y que de allí el Señor tu Dios te rescató; por eso hoy te ordeno esto.
»Si tu esclavo te dice: “No quiero dejarte”, porque te ama a ti y a tu familia, y porque está a gusto contigo,
entonces tomarás una lesna y le horadarás la oreja contra la puerta, y para siempre será tu esclavo. Y lo mismo harás con tu esclava.
»No debes lamentar el darle su libertad, porque durante seis años te sirvió por la mitad de la paga de un jornalero, y el Señor tu Dios te bendijo en todo lo que hiciste.
»Todos los primeros machos de tus vacas y de tus ovejas los consagrarás al Señor tu Dios. No te servirás del primer macho de tus vacas, ni trasquilarás al primer macho de tus ovejas.
Tú y tu familia los comerán cada año delante del Señor tu Dios, en el lugar que el Señor elija.
»Si el macho tiene algún defecto, o si es ciego, o cojo, o tiene alguna falla, no lo ofrecerás en sacrificio al Señor tu Dios,
sino que lo comerás en tus ciudades. De él comerán tanto los que estén puros como los que estén impuros, como si se tratara de carne de gacela o de ciervo,
sólo que no comerás su sangre, sino que la derramarás en el suelo, como si fuera agua.