Hermanos, yo no pude hablarles como a personas espirituales sino como a gente carnal, como a niños en Cristo.
Les di a beber leche, pues no eran capaces de asimilar alimento sólido, ni lo son todavÃa,
porque aún son gente carnal. Pues mientras haya entre ustedes celos, contiendas y divisiones, serán gente carnal y vivirán según criterios humanos.
Y es que cuando alguien dice: «Yo ciertamente soy de Pablo»; y el otro: «Yo soy de Apolos», ¿acaso no son gente carnal?
Asà que ni el que siembra ni el que riega son algo, sino Dios, que da el crecimiento.
Y tanto el que siembra como el que riega son iguales, aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor.
Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios.
Según la gracia que Dios me ha dado, yo, como perito arquitecto, puse el fundamento, mientras que otro sigue construyendo encima, pero cada uno debe tener cuidado de cómo sobreedifica.
Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.
Y si alguno edifica sobre este fundamento, y pone oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, u hojarasca,
su obra podrá verse claramente; el dÃa la pondrá al descubierto, y la obra de cada uno, sea la que sea, será revelada y probada por el fuego.