Esto lo percibimos en muchos lugares, y estamos muy agradecidos.
Como no queremos molestarte más, te ruego que nos oigas un momento, y que juzgues conforme a tu equidad.
Nos hemos dado cuenta de que este hombre es una plaga; por dondequiera que va promueve la sedición entre los judÃos, y además encabeza la secta de los nazarenos.
¡Lo más grave es que intentó profanar nuestro templo! Por eso lo aprehendimos, para juzgarlo conforme a nuestra ley,
pero intervino el tribuno Lisias, y con lujo de violencia nos lo arrebató de las manos.
Como nosotros somos la parte acusadora, nos mandó comparecer ante ti. Cuando lo juzgues, tú mismo podrás darte cuenta de que nuestras acusaciones son ciertas.»
Los judÃos confirmaron esto al afirmar la veracidad de las acusaciones.
Nadie me vio discutir con ninguno, ni sublevar a la multitud en el templo, ni en las sinagogas ni en la ciudad.
Las cosas por las que me acusan no te las pueden probar.
Sin embargo, una cosa debo confesar, y es que sirvo al Dios de mis padres de acuerdo con el Camino que ellos llaman herejÃa. Yo creo en todo lo que está escrito en la ley y en los profetas,
y tengo, como ellos, la misma esperanza en Dios de que habrán de resucitar los justos y los injustos.
Yo siempre me esfuerzo por mantener una conciencia limpia que no ofenda a Dios ni a los hombres.
Yo me estaba purificando en el templo cuando me encontraron allÃ, pero ni habÃa mucha gente ni yo estaba alborotando a nadie.
Los que me vieron eran unos judÃos de la provincia de Asia. De haber tenido ellos algo contra mÃ, debieron haber venido a verte personalmente para acusarme.